.- Las películas apocalípticas tienen un grave error y ciertamente habrá que reescribirlas todas: en ellas las iglesias están abiertas; y según estamos comprobando a medida que se acerca el atemorizante COVID-19, deberían estar cerradas.
El anuncio de cerrar todas las iglesias evangélicas por 15 días fue hecho por Elvis Samuel Medina, enlace entre el poder ejecutivo y las iglesias evangélicas, quien, según él mismo, fue iniciativa de su oficina localizada en el palacio. En las declaraciones estuvo presente el actual presidente de CODUE, el reverendo Feliciano Lacen Custodio.
De su parte, la Conferencia del Episcopado Dominicano comunicó su decisión, igualmente extrema, de clausurar sus puertas, con la diferencia de que estos no indicaron fecha, siquiera tentativa, de reactivar sus actividades comunes; lo que supone una cometa suelta en banda que se reencontrará personalmente con su guía espiritual cuando el viento del virus baje su intensidad y le permita caer al suelo. Es bueno recordar que no todas las cometas vuelven a volar una vez caen a tierra, por no resaltar que muchas jamás se vuelven a encontrar; y si ya están sueltas de repente ahora que los vientos del virus a penas inician ¿Quién sabe a dónde caerán?
Pareciera que las iglesias son menos importantes que los supermercados y los puestos de trabajo (donde las personas actualmente cumplen con sus jornadas normales de 8 o más horas laborables). Parece que los pastores son solo importantes en tiempos normales y no de crisis. Después de todo, si la iglesia no es útil en momentos difíciles ¿Por qué no cerrarla permanentemente? (como si fuese necesario, aclaro: hablo irónicamente).
Cerrar las iglesias por completo, yendo más allá, en este aspecto, que el mismo gobierno, quien sólo anunció la exclusión de las personas de 60 años o más de sus responsabilidades públicas, es un error. Pudiera entenderse que es la medida más ligera y perezosa de dispersar las «ovejas» en momentos difíciles, bajo el pretexto de protegerlas. ¡¿Quién sabe?! Quizás ciertamente puedan «alimentarse» bien mediante las redes sociales.
Prefiero pensar que la premura en la decisión no se trata de un experimento de algunos líderes, por lo menos de la iglesia evangélica, de observar cómo la iglesia «evoluciona» a distancia, pues su teología liberalista es capaz de ello y más.
Otros países de Latinoamérica han tomado esta radical medida únicamente ante los llamados de cuarentena por parte de sus gobernantes oficiales.
Seguir las recomendaciones actuales de los organismos de salud es perfectamente manejable en la mayoría de los salones en los que se reúnen los fieles cristianos actualmente. Manejar grupos pequeños con la distancia recomendada, en un edificio ventilado que cuente con los utensilios de higiene requeridos y una feligresía educada, representaría un lugar más seguro que el supermercado, el lugar trabajo (que en muchos casos es más cerrado y estrecho) e incluso que el hogar.
La iglesia está para educar integralmente y sostener de primera mano a sus miembros, pero ha sido la primera que ha huido y sus líderes aseguran que no es por temor.