.- La irrenunciabilidad del estado en materia de derechos humanos y del respeto a las garantías constitucionales de las minorías debe constituir un fin fundamental de las mayorías y de el mismo. Los derechos humanos significan un impulso racional y programado para el incremento cualitativo de las aptitudes y capacidades de la población y su adaptación al ritmo del cambio social.
En el tema tengamos siempre presente la idea de Bosch quien sostenía que la Constitución es un medio para que el país realice su proyecto, su destino. De esta manera, el país debe ser visto como una gran democracia social y todas las políticas publicas deberían articularse por lo constitucional. Por otra parte, la aceleración del proceso de cambio socio político requiere que la sociedad dote a sus componentes de los elementos institucionales necesarios para absorber adecuadamente ese proceso de transformación constante.
Este hecho de carácter histórico no necesita comprobación para sostener que la inversión en la educación resulta la más distributiva que pueda efectuarse. Las orientaciones básicas en materia constitucional deben ser definidas por el estado y la sociedad a través de un proceso participativo y democrático, aunque esa determinación solo sera valida y eficiente en la medida en que sea el resultado de una toma de conciencia social y política generalizada acerca de la importancia y urgencia de la cuestión y de un debate en el que tomen parte todos los sectores sociales.
Es falta de sentido común por anacrónico, hablar de exclusivismos clasistas en materia de derechos humanos. Por cierto, que la educación estatal, por ejemplo, debería girar sobre la base de los principios de la laicidad, gratuidad y obligatoriedad. A ello deben agregarse los intereses de la educación e intereses privados, pero ambas deben servir a un programa de desarrollo común, que será el resultado del análisis conjunto que concretará la política nacional de educación.
De allí que todas las energías posibles deben ser utilizadas para esta fundamental prioridad pues la educación publica en materia constitucional constituye un problema nacional que definirá históricamente el carácter de la democracia del futuro, pues sin una adecuada evolución cultural nos instalaremos definitivamente en la postergación. Desde luego que toda política educacional de masas debe partir de una concepcion ética.
El desarrollo tecnológico y científico, por ejemplo, y su aprovechamiento deben tener limites precisos, basados en una concepción respetuosa de los derechos humanos. Constituye un error analizar la política nacional desde un ámbito exclusivamente economicista y es aquí donde la participación cívica es fundamental como garantía frente a esas tendencias elitistas, reaccionarias y descarnadamente utilitarias.
La democracia desde esta concepcion debe tener dos prioridades importantes. La primera, que no debe concebirse como una etapa temporal de la historia contemporánea limitada a la cosmovisión de las elites o de la vida. Por el contrario, cada uno de nosotros debe aprender de manera constante pues los cambios socio culturales van muy rápido y se producen continuamente.
En segundo lugar, todos los elementos que la sociedad utilice para la transformación cultural de los partidos políticos y la de sus integrantes deben colocar en un plano superior de cualquier otro aspecto , la dignidad e integridad del hombre y la defensa de su autonomía de decisión como los objetivos mas trascendentes.
En una palabra, siempre debe educarse para la libertad. Realizada esta introducción general vemos que el desarrollo económico es injusto si no lo acompaña el progreso social. Uno de sus aspectos esenciales es el acceso a la educación y la permanencia en ella, con igualdad de posibilidades y oportunidades para todos.
Esta es una tarea que la sociedad no debe declinar. Ello entraña la adopción de políticas mas adecuadas que reviertan la tendencia actual del populismo mediático, se afiancen los valores que caracterizan a nuestra democracia política y que la promoción de la participación popular siempre se constituya en la elevación de los niveles científicos y técnicos para la mejora de vida y el desarrollo del país. Si ello no es posible, fracasaremos y el precio del fracaso es la oscuridad. Dios nos proteja.