Por: Miguel A. Gil
.- A diario recibimos la noticia de que algún joven de nuestros barrios murió en un supuesto intercambio de disparos a manos de la Policía Nacional. La información proviene casi siempre de la propia institución del orden y por lo general la prensa dominicana, así como las redes sociales, se hacen eco de la misma, sin buscar segunda opinión y sin ir al lugar de los hechos y cuestionar algún testigo de lo sucedido.
Para nadie es un secreto que nuestro país atraviesa por un alto grado de inseguridad y de violaciones a leyes establecidas. Esto lo vemos expresado de diferentes formas: la delincuencia, corrupción administrativa, en el tránsito, sobornos, búsquedas, tarjeteros, chantajes, narco, sicariato, etc, etc.
Todos estos males afectan a la población que se siente insegura y desprotegida de salir a las calles, porque además, el combate de las autoridades es casi nulo o muy selectivo. En ese sentido, preocupa más, cuando los llamados a poner el orden y hacer cumplir las reglas, son los primeros en violentarlas.
No pasa mucho tiempo sin que los dominicanos despertemos consternados, por algún hecho atroz, llevado a cabo por los miembros del «cuerpo del orden». Solo por recordar algunos: el asesinato de los pastores evangélicos Joel y Elisa, en Villa Altagracia; el niño Donaly, en Santiago. Otro de los casos en esa misma provincia, corresponde al asesinado barbero Richard Báez.
Estos son algunos de los hechos, donde la Policía dispara a civiles inocentes, pero la proporción mayor está en aquellos civiles que andan delinquiendo en las calles. Muchas personas se alegran cuando les toca a los delincuentes y aplauden el accionar de los uniformados, sin pensar que con eso estamos dando la aprobación o libertad para que hagan lo mismo con los inocentes.
La única situación que lleva a éstos desenlaces, es el incumplimiento de las leyes y tener un cuerpo del orden compuesto en una gran proporción por delincuentes y criminales, pues en nuestro país no existe la pena de muerte, pero muchos de ellos deciden a quien cegarle la vida.
Un caso reciente sucedió el viernes 24 de febrero en el municipio Andrés Boca Chica, cuando el joven Enrique Angel Santana, alias Ambiorix, de 21 años, fue acribillado por una patrulla policial que le perseguía, luego de que éste junto a otros tres intentarán atracar con armas en manos a un hombre de esa localidad.
La gravedad de este hecho es que el joven se había entregado a la policía y estos en vez de llevarlo preso, como es debido, le dispararon tres veces en el pecho, del lado del corazón; lo curioso es que el joven delincuente portaba un chaleco antibalas, mismo que no presentaba ningún orificio.
Algunas personas de la zona, dijeron en secreto a los familiares, por temor a represalias, que el muchacho se había entregado con las manos en alto, los otros escaparon, y que la policía le quitó el chaleco y luego le dispararon sin mediar palabras.
Muchos, como dije antes, celebran el accionar de la policía, pero la realidad es que con esto se demuestra, que dentro de los que están para cuidarnos, hay delincuentes y criminales sanguinarios, violadores de sus propias normas.
No se quien es más criminal si los delincuentes o éste tipo de policía. Lo fuerte es que estos se van como si nada a sus casas y se sientan a la mesa con sus hijos, sin sentir pena ni dolor, de forma muy natural, para el próximo día salir a buscar una víctima más.
En este hecho, lo que es una costumbre, los policías sacaron una foto del celular del muerto, donde aparece junto a otro de los delincuentes posando con pistola en manos y la distribuyeron en las redes; una manera de desacreditar y justificar del porqué le dieron muerte.
Mi intención no es defender a los delincuentes, además, de que entiendo perfectamente que estos andan en las calles dispuesto a todo, lo que realmente anhelo es que todos cumplamos con las leyes; que el policía o persona común se defienda si su vida peligra, pero si usted tiene sometido a alguien deje a la justicia hacer su parte y no actúe de forma criminal o peor que los delincuentes.
Que se le dé la oportunidad a quienes quieran enderezar sus vidas; muchas personas que conocemos lograron reivindicarse y hoy son ciudadanos ejemplares.
Ambiorix, de solo 21 años, merecía esa oportunidad, pues en ese momento no representaba ningún peligro. Era alguien sin antecedentes, pero la Policía no le permitió salir de ese mundo oscuro al que estaba entrando.