.- Las personas deben tener bien en claro, sobre todo periodistas y comunicadores, que se es esclavo de lo que se dice, de ahí que la prudencia aconseja tener cuidado con lo que se afirma a través de medios de difusión masiva, pues las palabras no simplemente van al aire, en ocasiones abren heridas y dañan reputaciones. Dejan lesiones que tardan en curar.
Si usted es de lo que cree que puede decir todo cuanto le parece al amparo de la llamada libertad de expresión, sin esperar algún requerimiento de rendición de cuenta o consecuencia por ello, le anticipo que no siempre será así.
Quizás, alguien que se sienta afectado desestime lo que se ha dicho en su contra, pero otro podría considerar no dejarlo pasar por alto y recurrir a los mecanismos legales provisto a quienes se sienten agraviados por alegada difamación e injuria.
Deje de creerse el paladín de la moral, el dueño absoluto de la verdad y controle sus emociones y la lengua.