.- Cuando se observa el cuadro que exhibe lastimosamente nuestra sociedad hay que concluir que su situación es compleja y muy difícil de revertir por las vías y mecanismos a los que nos tienen acostumbrados.
La violación a las leyes, ordenanzas y normas que rigen este conglomerado es una constante en el día a día de la gente y hasta de las propias autoridades.
La práctica de que cada quien haga lo que le parezca o interprete las cosas de acuerdo a intereses particulares o grupales se ha normalizado. A esa realidad no escapan los mandamientos dado por Dios al hombre.
La desobediencia a las leyes de Dios, establecidas en la Biblia, ha separado al hombre de su creador. Así lo refiere de manera clara y precisa el libro de Los Romanos 3:23 en su versión Reina Valera 1960. Y es por lo que digo: ahí radica el génesis del problema que afecta a nuestra sociedad.
El hombre en su rebeldía ha dado la espalda a Dios, prefiriendo pactar, hacer alianza con el enemigo de las almas sirviéndole de instrumentos para arrastrar a la humanidad al caos, la destrucción y finalmente su perdición.
Ello explica, sin temor a equívocos, de los niveles de crueldad, aberración y bajeza a la que se ha reducido la condición humana al desamparo de su Dios. Sin embargo, no todo está perdido, hay una oportunidad en medio de tanta podredumbre.
Dios en su amor e infinita misericordia proveyó los medios para restaurar su relación con el hombre a través de su hijo Jesucristo, a quien envió para morir en la cruz en rescate de toda la humanidad. (Juan 3:16)RV60.
La sociedad está obligada a detenerse en el derrotero que lleva y hacer, sin demora, un ejercicio de introspección respecto los valores y fundamentos cristianos que una vez le caracterizaban, pero que abandonó.
Solo a través de un acercamiento genuino a Dios, se podrá revertir en alguna medida el cuadro de involución que se observa.