Por: José Ricardo Taveras Blanco
.-La Humanidad atraviesa por un estadio, en el cual, agota un proceso de aprendizaje y maduración de cómo vivir en una sociedad que dejó de ser redonda, lejana, lenta y aislada; para convertirse en plana, cercana, inmediata e interconectada. Es tan profusa la información, que hemos adquirido el hábito de encapsularla en titulares o simples tweets.
Esto impacta todo el humano quehacer, incluido en ello el debido proceso legal que se impone como deber al sistema. No se trata de nada nuevo, la información siempre ha jugado un papel en el condicionamiento de la gente, que no siempre sirve bien al elevado espíritu que debe inspirar la justicia; la mejor muestra la encontramos en el juicio a Jesús, que nos ayuda a comprender, de que modo la turbación social inducida por la información manipulada, releva el juicio.
Habiendo echado Jesús violentamente los comerciantes del templo de Jerusalén, se trazó de inmediato la trama para matarle, pero en el momento no se atrevían, “porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina”; luego, sacerdotes y escribas planificaban aprehenderle por engaño y matarlo, pero se decían: “No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto del pueblo.” (San Marcos. C. 14, V. 2 y C. 15, V. 18).
Resulta obvio que la trama debió ser sobreseída por temor a la reacción del pueblo que seguía a Jesús, que le acompañó en su entrada triunfal montado sobre un burro, tendiéndole mantos y ramos a su paso.Creadas las condiciones, se inicia el juicio ante el Sanedrín, jurisdicción judía, violando todas las reglas del debido proceso. La contradicción de los testigos hizo complejo el establecimiento de la responsabilidad de Jesús, quien sólo habló respondiendo a Caifás afirmativamente sobre su condición de hijo de Dios, frente a lo cual, el sumo sacerdote se rasga la vestidura invocando que no eran necesarios los testigos, por lo que todos los presentes concordaron en condenarle. (San Marcos. C. 14, V. 61-65).
La realidad jurídica es que no existió tal sentencia en el proceso judío ante el Sanedrín, porque dicha instancia carecía de la potestad de imponer el ius gladii, que era el derecho a imponer la pena de muerte reservado exclusivamente a los romanos. El Sanedrín que lo juzgaba, declinó ante el prefecto romano, a la sazón Poncio Pilatos, para que fuera éste quien dispusiera la pena de muerte, cosa que hicieron al amanecer, acompañados de una multitud que ya no ponía mantos ni ramos a su paso, sino que pedía su muerte.
Una vez ante Pilatos, quien convencido de la inocencia de Jesús, trató de evitar su condena poniendo la turba a elegir entre El Maestro y Barrabás, siendo elegido Barrabás, frente a lo que Pilatos aún pregunta: “¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más: ¡Crucifícale! Y Pilato queriendo agradar al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.” (San Marcos. C. 15, V. 14-15).
El contexto en que se produce dicha entrega, es mejor descrito por San Mateo, que describe claramente el ambiente de turbación social en que se efectuó: “Cuando Pilatos vio que no estaba logrando nada, pero en cambio se estaba empezando un motín, tomó agua y se lavó sus manos delante de la gente, y dijo: “Mis manos están limpias de la sangre de este hombre; es la responsabilidad de ustedes.” (San Mateo. C. 27, V. 24).
Ciertamente, el lavado de manos de Pilatos fue un supremo acto de irresponsabilidad y temor a la turba, así como también una singular declaratoria de incompetencia, porque el asunto le concernía estrictamente a la identidad religiosa de los judíos, en la cual Roma no solía intervenir.
Se aprecia perfectamente que por miedo al pueblo no se juzga de inmediato, por complacer el pueblo se le entrega a la turba que es la que vocifera la condena de un Jesús que días antes había entrado lleno de gloria a Jerusalén, ahora era crucificado por los mismos gritos del pueblo que lo había vitoreado, abandonado por sus propios seguidores, como Pedro, que lo negara tres veces.
Traigo el recuerdo de este juicio a colación, a propósito de los frecuentes debates que generan los procesos y las decisiones judiciales, invitando a la reflexión sobre la seriedad con que se deben asumir. El juicio al juicio, cuando no se tiene ningún conocimiento que no sea el de un titular o un simple tweet, lanza muy a menudo el crédito de personas, instituciones y hasta de naciones, a la jauría hambrienta del mundo plano, en-red-ado y paradójicamente desinformado.
De ahí que a veces tengamos dificultades para edificarnos, sobre todo cuando la turba conduce al abismo el espíritu de la justicia. El que quiera un ejemplo, que estudie la manipulación que se ha hecho de la Sentencia 168/13, que mantiene crucificada la imagen de la nación dominicana, todo porque el juicio está en manos de la turba que manipula el mundo y no en las leyes, las instituciones y la justicia.