Por: Guido Gómez Mazara
.- Alberto Fernández sintió en su corazón los dardos maliciosos e intrigas que condujeron a distanciarse de Cristina Fernández de Kirchner. Eso sí, el marcado interés de la administración de Mauricio Macri en colocar en la ruta de procesos judiciales a Maximiliano, hijo mimado de la expresidenta, provocó una recomposición en el Partido Justicialista, y construyeron una alianza muy singular haciendo que la jefa de Gobierno participara en una boleta como segunda a bordo, unificando fuerzas electorales para retornar el poder. Ahora bien, la esencia del pacto victorioso tenía una razón estrictamente personal: la ofensa de un poder que, pretendiendo combatir la corrupción, tocó las puertas del ámbito familiar.
A Keiko Fujimori siempre la estructuran alianzas con la intención de que nunca alcance una victoria electoral y posibilite “reivindicar” la obra de su padre, y segura retaliación de los sectores políticos que lo llevaron a la cárcel. Ya antes, Alan García obstruyó el éxito de Vargas Llosa sin pensar que los fujimoristas lo pondrían diez años fuera de su patria. En Ecuador, Lenin Moreno hizo hasta lo imposible dificultando la victoria de un candidato presidencial cercano a Rafael Correa porque presumía la tragedia de investigaciones con marcada intención de llevarlo a los tribunales.
A Luis Donaldo Colosio, la reiterada frase de un México más justo, creó un ambiente de inseguridad en la élite del PRI, provocándole un balazo bajo el criterio de que su sustituto Ernesto Zedillo, no representaba peligro para la familia Gortari. Los colombianos quedaron perplejos con Alvaro Uribe, con la gravedad de que el caudillo endilga toda la responsabilidad de los procesos judiciales e investigaciones en su contra, a su otrora pupilo, Juan Manuel Santos.
Desafortunadamente, la arena política representa el escenario por excelencia para toda clase de puñaladas que borran afectos históricos y relaciones primarias. Y la marcada intención de cobrar facturas viejas degrada el debate y prevalecen posturas primitivas pautadas por la insana intención de impedir a cualquier precio el avance y desarrollo, del etiquetado como competidor.
Episodios esenciales de la lucha partidaria pueden entenderse a la luz de la cultura de la vendetta política. Los resultados electorales del 2020 favoreciendo la opción del PRM están asociados a la personalización de la confrontación interna en el PLD. Eso sí, esas refriegas explicables a la luz de egos podrían ser esquivadas cuando el actor político sienta que una ofensa superior golpea su corazón con dureza. Dos hermanos detenidos y cuñados con procesos legales podrían explicar un pacto con el mal menor.