Por: Roberto Rodríguez-Marchena
.- “Bandejas de carne protegidas con sistemas antirrobo” en supermercados del Reino Unido. Comedores sociales y bancos de comida que no alcanzan para tanta gente hambrienta, cuando ya no es suficiente tener un empleo fijo.
El alza general de precios es escandalosa, cinco veces más alta de lo usual; en algunos alimentos, 35% y 40% más. La energía ha subido 80%, lo que ha provocado quiebra o cierre de empresas.
Desde el primer trimestre de este año una ola de huelgas y protestas se sucede por todo el país intentando recuperar el valor real de los salarios: transportistas, abogados, obreros portuarios, trabajadores de limpieza urbanos, de correos, ferroviarios, del Metro de Londres, de telecomunicaciones, educación, periodistas y ahora en diciembre, de enfermeras.
Algunas empresas aprovechan su poder de mercado para colar aumentos de precios que nada tienen que ver con sus costos de producción y hacerse con escandalosas ganancias.
¡Quién lo diría! Reino Unido vive tiempos difíciles, sin duda y Charles Dickens no está para contarlo.
Políticas públicas carentes de sentido común conducen al absurdo de poner candado a bandejas de carne y a paquetes de salchichas.
Los británicos padecen las consecuencias conflictivas de la desglobalización iniciadas con el Brexit, involucramiento en guerra contra Rusia en Ucrania, caótica gestión aduanera, acciones migratorias restrictivas y una fiscalidad que ha debilitado la capacidad resolutiva y redistributiva del Estado desde Thatcher a la fecha.
Tiempos difíciles que podrían ser peores, si en Catar Francia derrota a Inglaterra en cuartos de final, tal como predijo la super computadora Kashef.