Por : José Ricardo Ventura Sanchez
.- Ser intelectual en un país como el nuestro, conlleva muchos sacrificios y más cuando eres un hijo de nadie, nacido en la ciudad Trujillo, epoca en que no se le permitia el crecimiento de las alas a nuestros jóvenes con la cabeza amueblada.
Es el caso del hijo de Don Neno Arvelo, a quién instruyó por el camino correcto como cada padre debe hacerlo, y así lo hizo el vástago, formándose como pocos de la época en el pais.
Alvaro Arvelo hijo, con una mentalidad privilegiada y envidiada por muchos que no alcanzamos un coeficiente en 10 cómo lo tenia el.
La calle el Conde de Peñalba, en su época le acogió y con sus tertulias en la Cafetera, todos nos divertíamos escuchando los análisis y comentarios acertados de Alvarito.
Cómo comunicador
Alvaro, dio cátedra de ser un buen analista, investigador, lector asiduo, creativo de conciencia de un pueblo cuyo índice académico muestra que está por debajo de la media.
Por momento, era el gran orientador que todos queríamos escuchar, en otras ocasiones, era la vieja chismosa de cualquier barrio, que todos nos burlamos por sus palabras obscenas, a tal grado de que muchos dejaron de escuchar el programa más influyente del pais al cual el entregó parte de su vida.
Para los políticos, era la voz que todos quisieron que lo entrevistará por que le daba puntos el conversar con el mas importante comentarista del país.
Llegó un momento que su presencia en los medios la convirtió en un pedigueño cualquiera, utilizando la frase para obtener su objetivo y pedir políticamente » Fulano es esplendido, o mandármelo en sobre para mis pastillas».
Esto era visto cómo normal porque el viejo con su enfermedad se convirtió en mal hablado, aburrido, contestador y desafiante.
Sin embargo, en el ocaso de su vida se escuchaba más pausado, más sosegados, más tranquilo, aunque su voz menos enérgica, menos desafiante y más conservadora.
Hoy partió el periodista que todos seguimos y que quisimos en un momento determinado ser cómo él, en la parte intelectual, no en la parte de la vieja malcriada.
Pese a esto y anque no compartimos muchas de sus acciones en los medios de comunicación, nos quitamos el sombrero para reconocerlo y decirle vaya en paz Enciclopedia Humana.