Por: Fernando J. Buitrago
.- El asesinato mediático se ha convertido en la nueva arma de guerra contra las voces críticas. No es un fenómeno aislado ni exclusivo de un país; es una estrategia global bien orquestada que busca la destrucción de reputaciones mediante campañas de desinformación, manipulaciones y noticias falsas. Lo que alguna vez se llamó «libertad de prensa» ha sido secuestrado por los grandes intereses que deciden qué narrativas deben prevalecer y cuáles deben ser enterradas.
En República Dominicana, comunicadores como Marino Zapete, Altagracia Salazar, Edith Febles, Huchi Lora y Mariacela Álvarez han sido blanco de estos ataques por haber expuesto la corrupción y las irregularidades del poder. Sus denuncias fueron clave en la caída del PLD, pero, lejos de ser reconocidos, ahora enfrentan una maquinaria de descrédito financiada por sectores interesados en silenciarlos.
Este mismo esquema se ha visto a nivel internacional con figuras como Angelina Jolie y Sean Penn, quienes fueron blanco de una feroz campaña de desprestigio por supuestamente haber viajado a Ucrania para reunirse con Volodímir Zelenski. Nunca hubo pruebas claras de ello, pero las versiones se multiplicaron en los medios hasta convertir el rumor en «hecho». No importaba la verdad, sino la construcción de una narrativa que los colocara como enemigos de ciertos intereses geopolíticos.
Ahora que se están revisando los pagos de USAID y su influencia en los medios de comunicación, la pregunta es inevitable: ¿quién está detrás de la creación y difusión de estas noticias falsas? La respuesta es inquietante, pero clara: los mismos grupos que han utilizado la prensa como un arma para manipular la opinión pública y torcer la realidad a su conveniencia.
El caso dominicano es particularmente alarmante. Comunicadores que se jugaron el pellejo denunciando la corrupción del PLD hoy son atacados con la misma virulencia con la que en su momento se desacreditó a Jolie y Penn. ¿Por qué? ¿Por qué siguen siendo incómodos?. ¿Por qué se ataca y denigra a todos los que participaron en Marcha Verde?. Porque siguen señalando con el dedo acusador a los nuevos inquilinos del poder o es una venganza de los que fueron sacados por la ola contra la corrupción y la impunidad apoyados por estos comunicadores?.
Las cloacas de la información no tienen ideología ni patria. Operan bajo la lógica del poder y el dinero, y su objetivo es simple: destruir la credibilidad de quienes desafían su hegemonía. Es hora de abrir los ojos y entender que la lucha ya no es solo política, sino informativa. En este juego sucio, la verdad es la primera víctima, pero aún hay quienes, a pesar de todo, se niegan a ser silenciados.